Seminario de marca. Apunte 1: «Comentarios sobre la identificación»

Por: Raúl Belluccia

La historia de la identificación institucional es antiquísima. Responde a la necesidad de reconocer, mediante signos verbales y visuales, a una entidad como una y distinta entre las que tienen actuación pública. Los países, los gobiernos, las religiones, los ejércitos, los tribunales de justicia… solo para citar instituciones de larga data, siempre han tenido un nombre propio, y a él se le han sumado una serie de atributos de identidad de índole visual distintivos (banderas, uniformes, edificios, colores, etc.).

Don Quijote, en el capítulo XVII de la segunda parte, le pregunta a unos carreros:

— ¿Adónde vais, hermanos? ¿Qué carro es este, qué lleváis en él y qué banderas son aquéstas?

— El carro es mío; lo que va en él son dos bravos leones enjaulados, que el general de Orán envía a la Corte, presentados a su Majestad; las banderas son del rey nuestro señor, en señal que aquí va cosa suya. 

Las banderas que lleva el carro indican que la carga es propiedad del rey. El carro ha sido «marcado» con un signo real para su reconocimiento.

En nuestro tiempo, al identificador por excelencia –el nombre– se le suman, en empresas e instituciones de actuación pública, una serie de signos para que las audiencias las reconozcan como “una y distinta”: logotipos, símbolos, colores, tipografías, mascotas, tramas, personajes, sonidos, arquitectura, etc.

Dentro de ese conjunto predominan, evidentemente, los que llamamos “marca gráfica”: signos visuales estables cuya función específica es individualizar a una institución. Son los equivalentes, en el plano visual, del nombre verbal (la “pipa” de Nike es tan “Nike” como el nombre/sonido “Nike”).

Estos identificadores marcarios sirven para indicar

  • quien es el emisor (es la “firma” en los mensajes que emite la institución: por la marca sabemos que este aviso es de CocaCola)
  • quien es el autor/fabricante (es la “firma” en los productos: este automóvil lo hizo FIAT)
  • o quien es el dueño (es la “firma” en edificios u otros bienes: ese avión es de Iberia).

Los signos, a través del uso social a lo largo del tiempo, se rodean y cargan de contenidos y significados que exceden la función denominativa o puramente identificadora: el logotipo y la estrella de Mercedez Benz  «dicen» mucho más que el simple nombre de la empresa. Pero ¡ojo! eso no implica que todos los contenidos que asociamos con Mercedes Benz provengan de la observación de su marca.

Cuando se habla de imagen institucional, de capital marcario, de posicionamiento de marca o de valor de marca, se hace referencia a esa serie de atributos asignados a la entidad y que, por la natural tendencia a la síntesis comunicacional, se identifican con la marca gráfica. O sea que con el tiempo la palabra “marca” ha venido a expresar dos tipos de contenidos:

– “marca” como identificador visual de una institución

– y “marca” como el conjunto de los atributos asignados a la institución.

Esta doble acepción del término «marca» es el origen de muchos equívocos, por lo tanto aquí siempre hablamos de “marca gráfica” cuando hacemos alusión a los signos visuales (logotipos, símbolos, etc.).

La identificación programada

Cuando los antiguos egipcios construyeron las famosas pirámides no sabían que estaban dotando a esa nación de un poderoso identificador visual que todo el mundo reconocería. No lo sabían porque en ese momento tal función identificadora no tenía ninguna razón de ser. Las pirámides pasaron a ser el equivalente de Egipto de manera espontánea, no deliberada, tal como la torre Eiffel lo es respecto de París o la Acrópolis respecto de Grecia.

Esta ley de la identificación también se cumple hoy en día, es decir que por el mero hecho de existir con un nombre y unos identificadores visuales, cualquier empresa a lo largo del tiempo acabará siendo reconocida.

Pero los procesos espontáneos no ofrecen ninguna garantía para que la identificación y la atribución de valores se produzca con la velocidad necesaria ni con los contenidos necesarios. Puede ser tardía, insuficiente y hasta contradictoria con los objetivos de la organización.

En las condiciones de la sociedad actual no cualquier nombre ni cualquier marca gráfica son eficaces. La identificación corporativa contemporánea implica, entre otras cosas, garantizar que los signos elegidos logren, en el menor tiempo posible y con la menor inversión posible, identificar nítidamente a la organización y empaparse de sus valores diferenciales.

Responder a este condicionamiento divide aguas entre un servicio estándar o, peor aún, intuitivo y una intervención profesional capaz de planificar y diseñar una identificación de alto rendimiento y alto ajuste al caso específico.

La identificación presenta grandes y variadas dificultades que no pueden resolverse sin un mínimo caudal de conocimientos, de  análisis, de estudios de campo, de entrenamiento, de sensibilidad sobre el fenómeno de la comunicación social y de una capacidad para el diseño gráfico.

Resolver una marca no es inventar un logotipo. La clave está en poder decir, antes de diseñarlo, qué características técnicas, simbólicas, estilísticas, etc. debe reunir. Diseñar marcas exige, como fase inicial, descubrir y formular los condicionamientos que cada caso propone.

El diseño de un objeto, sea una marca, una bicicleta o una casa, no se resuelve poniéndose a dibujar “hasta que salga”. El diseño requiere planificación y programación previa, para que la indispensable creatividad despliegue todo su potencial y no se pierda sin rumbo fijo. El diseño profesional es creatividad condicionada.

 


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